Sobre acentos y nacionalismos
A raíz de los discursos de Juan Carlos Moreno Cabrera sobre la lengua española, hemos decidido en Lingüística Perycomiana que vamos a reflexionar sobre ambos temas. No en diferentes apartados, sino en un mismo texto, ya que consideramos que el problema de los acentos y de las variedades se puede relacionar estrechamente con el problema del nacionalismo arraigado y de los mitos que corren en torno al español. Pensamos que es importante dar nuestro punto de vista, al margen de aclarar los temas de los que Juan Carlos Moreno hablaba en los vídeos y que ya hemos hecho en entradas pasadas.
En primer lugar, creemos que,
al igual que con el debate sobre el sexismo en la lengua, las discusiones que
se llevan a cabo en torno a la lingüística acaban rayando en otros problemas de
índole social, política e histórica. Muchas veces nos olvidamos que la lengua
tiene que servir para comunicarnos y que, en numerosas ocasiones, sobran todas
esas discusiones que se forman sobre si se tiene que llamar a nuestra lengua
español o castellano. Da igual cómo se nombre a nuestra lengua, el caso es
saber identificarla cada vez que hablemos, al igual que es importante saber cuáles
son las diferentes variedades que se hablan en las diferentes regiones tanto de
España, como de Latino América (el español de Andalucía, el de Galicia, el de
México, el de Argentina, etc.).
Además, tampoco queremos
entrar en guerras sobre lenguas o dialectos. Muchas veces, el lenguaje es el
culpable de que haya diferencias entre estos dos términos, ya que comúnmente se
entiende dialecto como algo negativo, como algo inferior que acaba creando una
situación de diglosia en la que se infravalora a las demás lenguas por debajo
de una principal. Y se entiende por lengua aquella que cuenta con una regularización
y una normativización.
Con esta descripción, nos
preocupa en qué lugar pueden quedar algunas lenguas dentro de España, como el
bable, el valenciano, la fabla aragonesa o el balear. Muchas personas ven estas
lenguas como dialectos surgidos a partir de otras lenguas como el español o el
catalán. Es cierto que, en ocasiones, pueden guardar muchas similitudes entre
sí. Pero también saltan a la vistas las numerosas diferencias que las hacen
lenguas con identidad propia. ¿Por qué entonces no cuentan con un grado de
oficialidad en cada Comunidad Autónoma? Pensamos que es por razones sociopolíticas,
económicas e históricas, lo que ha llevado a fuertes presiones para que no se
acepten como tal a pesar de que sus respectivos Gobiernos autonómicos y grupos
sociales de la región luchen porque se reconozca la oficialidad.

¿Qué problema hay entonces y
adónde queremos llegar? Pensamos que se está favoreciendo un discurso político
(en ocasiones heredado desde hace algunos siglos) y retrógrado en detrimento de
la variedad de lenguas en España, algo que defendemos en Lingüística
Perycomiana. La sociedad de España no está para nada concienciada sobre la
importancia de la cooficialidad y del bilingüismo. ¿Qué problema hay en aceptar
el bable, la fabla aragonesa, el valenciano, el leonés, el balear y cualquier
otra lengua que esté en peligro de desaparecer, como lenguas cooficiales de
España junto con el español? ¿Es un problema de recursos o de mentalidad?

Nosotros somos de la zona
céntrica de España (Madrid, Ciudad Real y Burgos) y no hablamos ninguna lengua
en particular, solo el español en su variedad típica de cada región (con sus
expresiones y sus fallos gramaticales como el leísmo y el laísmo), pero
apoyamos el derecho a que otros habitantes del país reivindiquen su identidad
cultural que forma parte de su pasado, presente y futuro y que heredaron de su
familia, junto con los trajes, comidas y bailes típicos a los que tanta
importancia se les da, en ocasiones, para resaltar, por ejemplo, la famosa “marca
España”. ¿Acaso no sería más fuerte y poderosa una marca España que aunase
todas estas lenguas? Constituiríamos un ejemplo de superación, variedad y
enriquecimiento, no solo a nivel social, sino también a nivel institucional,
como ocurre en Irlanda cuando se da la misma importancia al inglés y al
irlandés.
Eso sí, no estamos hablando
que se inventen cientos de lenguas en España solo porque cada uno hable de una
manera (aunque es evidente, como decía el profesor Juan Carlos, que todos
hablamos de una forma y tenemos acento), sino que pedimos que se dé importancia
a aquellas lenguas que ya existen y que llevan existiendo cientos de años y que
se han hecho, debido a su corrección, perfección y riqueza, un importante y merecido
hueco en la sociedad debido a su uso por parte de los ciudadanos, al igual que
ha sucedido con el español.
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