Lengua estándar
Hemos leído el texto “Lengua
estándar, norma y normas en la difusión actual de la lengua española” de
Violeta Demonte y hemos querido extraer, utilizando fragmentos de este texto y de un artículo publicando en El Nuevo Diario, algunas ideas para que entiendas mejor
lo que Violeta nos contaba y en qué consiste la lengua estándar. Para acceder al texto original de Violeta, puedes pinchar en la
imagen que acompaña a esta entrada. De esa manera, no te quedarás con las ganas
de saber de qué estamos hablando, ya que en posteriores entradas también
haremos bastantes menciones a la lengua estándar.
La estandarización es
imprescindible e inevitable tanto para la supervivencia de las lenguas como
para su asentamiento. Pero, las dos situaciones imponen requisitos muy
distintos: no es lo mismo hablar de normalización/estandarización respecto de
lenguas minoritarias, dominadas, no escritas, etc. que referirla a lenguas
históricas poderosas, resultado de Estados Universales como son los imperios.
El estándar es, además de la
supravariante de prestigio, el conjunto “borroso” de rasgos y procesos
fonéticos, morfológicos, sintácticos y léxicos que se describirían en parte en
algunas gramáticas normativas, en las lenguas que las formulan. De esta manera,
Violeta, afirma que los rasgos y procesos de una variedad estándar no
configuran un sistema, sino que surgen por contraste y debilitación de los
rasgos y procesos considerados regionales, marginales, rurales, incorrectos,
entre otras denominaciones posibles.
[Estándar es] “La lengua de intercambio de una comunidad lingüística,
legitimada e institucionalizada históricamente, con carácter suprarregional,
que está por encima de la(s) lengua(s) coloquial(es) y los dialectos y es
normalizada y transmitida de acuerdo con las normas del uso oral y escrito
correcto. Al ser el medio de intercomprensión más amplio y extendido, la LE
[lengua estándar] se transmite en las escuelas y favorece el ascenso social;
frente a los dialectos y sociolectos, [es] el medio de comunicación más
abstracto y de mayor
extensión social”. [Lewandowski 1982: 201]
En una comunidad lingüística,
como la hispanohablante, la lengua constituye una variedad de usos lingüísticos
porque todos ellos forman un conjunto
más o menos complejo de “dialectos”, “niveles” y “estilos” de lenguaje. De
todas estas variedades hispanohablantes, una de ellas se convierte en el grupo
de mayor prestigio y acaba imponiéndose en el uso culto como modelo para toda
la comunidad y, por ende, como referencia a todos los hablantes, con
independencia de la variedad o variedades que cada uno emplee. Este modelo
sirve, además, como fuente y base fundamental para fijar la norma, es decir, el
conjunto de usos lingüísticos que se consideran correctos.
Cuando la variedad de la
lengua constituida como modelo o variedad estándar se ajusta a esa norma, se
denomina lengua estándar o lengua común, la que usan los medios de
comunicación, los profesores, los profesionales, los académicos. Es la lengua
de todos los días con independencia de las variedades dialectales que
caracterizan a cada comunidad lingüística. ¿Cuál es el propósito? Emplear un
modelo de lengua unitario para la enseñanza, los usos oficiales y los usos
escritos y formales que permita cohesionar política y socialmente la gran
comunidad lingüística hispanohablante.
En la actualidad, se ha
superado la idea de que el español peninsular es el modelo, frente a las
variedades americanas. Todas las variedades hispánicas están en el mismo nivel
de validez y de respeto y todas juntas, con la Real Academia Española, analizan
y discuten el camino que lleva nuestro idioma común. Hay hechos concretos: el
Diccionario panhispánico de dudas (2005) y dos obras que en breve verán la luz
pública: la Gramática panhispánica y el Diccionario de americanismos. Y hay más
ejemplos, porque la nueva Ortografía, y la nueva edición del Diccionario de la
lengua española se están preparando igualmente con el consenso de todas las
Academias.
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