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Otros casos de niños salvajes

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No son solo Victor y Genie los niños “salvajes” que han existido a lo largo de la historia. El número de casos similares es bastante amplio y algunos de ellos son los que mostraremos a continuación. Los casos de niños salvajes siempre han cautivado a la opinión pública. El primer caso documentado es el del “niño lobo de Hesse” hallado en 1344, cuando la documentación permite por primera vez extrapolarnos a los hechos mitológicos.

En 1731, Francia se encontró a una niña de entre 8 y 10 años de edad que llegó al pueblo de Sogny, cerca de Chalons-sur-Mame. La llamaron “La niña esquimal” por sus rasgos característicos y porque, cuando aprendió a hablar, contó que había visto unos enorme animales marinos que comían peces. Durante cierto tiempo la niña permaneció muda, comiendo animales crudos y con el tiempo la niña enfermaba con frecuencia debido a los efectos negativos que recibía de la sociedad. Lo último que se sabe de ella es que ingresó en un convento parisino, donde acaban la mayoría de los niños perdidos más se supo más de ella.

Para hacer una clasificación más exhaustiva, podemos afirmar que existen dos tipos de niños salvajes: los que aprenden a sobrevivir por sí mismos, como “La niña esquimal” o el niño salvaje de Aveyron y aquéllos que realmente parecen haber sido criados por animales.

Respecto a este último caso, destacamos el caso de una niña, en Turquía, que había pasado ocho años viviendo con una familia de osos, hecho que se documentó en 1937. Otro caso particular es el niño gacela que se desplazaba a saltos, criado por una manada de gacelas en el Sáhara español. El niño se comportaba como una gacela más, comía vegetales sin usar las manos, olfateaba el aire, pastaba y crispaba las orejas en dirección a los sonidos que escuchaba. En 1981, una pequeña portuguesa de nueve años que fue descubierta viviendo en un gallinero donde su madre la encerró desde su nacimiento, manifestaba las mismas reacciones que las gallinas, durmiendo en el suelo y caminando de una manera muy extraña moviendo sus brazos como si fueran alas.

Kamala y Amala
Uno de los dos casos que vamos a tratar con más detenimiento es el de Kamala y Amala. La historia de estas niñas empieza en 1920. Un misionero llamado J.A.L. Singh descubrió a las pequeñas desnutridas y salvajes en la madriguera de unos lobos en un nido de termitas, a quienes la madre loba defendía como si fueran sus cachorros.

Las características más peculiares de estas niñas fueron diversas. Tenían mandíbulas afiladas y los caninos más largos de lo habitual. También veían en la oscuridad de manera extraordinaria y poseían un sentido del olfato muy desarrollado. Aparentemente, no tenían ningún sentido humano. No sabían reír ni llorar. Un dato curioso fue descubrir que las niñas no tenían vínculos familiares, la loba las había recogido en diferentes situaciones.
Su adaptación fue tremendamente complicada. La pequeña Amala, tras un año ingresada en un orfanato, enfermó y murió de disentería. Este hecho fue un acontecimiento importante debido a que fue la primera que se vio a Kamala llorar, teniendo que separar a la pequeña del ataúd de su hermana. Pasó las semanas siguientes refugiada en una esquina y aullando por las noches. 

A partir de entonces, Kamala, se mostró mucho más sociable y comenzaron a observarse progresos en su aprendizaje. Empezó a dejar que la gente la tocara y besara y aprendió conceptos elementales de cantidad, a andar por sí misma y a conocer un vocabulario de unas cuarenta palabras monosílabas. Estas palabras se referían únicamente a objetos de importancia vital y concreta. No se pudo conseguir nada más hasta la muerte de Kamala, al cabo de nueve años de estar viviendo allí. Fue enterrada, en 1929, junto a Amala.

John Ssebunya y la familia de monos
Otro caso particular fue el de John Ssebunya que nació en Kabonge, un pueblo cerca de Bombo, en Uganda, y con tan sólo dos años presenció cómo su padre asesinaba a su madre. Temiendo por su propia vida, huyó a la jungla, donde perdería todo contacto con la sociedad. El hecho de su desaparición, a falta de una familia que la denunciase, cayó en el olvido durante años.

En 1991, una mujer de una tribu cercana, mientras buscaba algo de comida en la jungla, se encontró con un joven niño de 5 años. Después de informar a su tribu fueron varios los que volvieron al lugar donde se a toda una familia de monos que luchaban lanzando ramas y piedras para impedir que se llevaran al niño y al niño reticente de ir con esas personas.

Durante tres años, John Ssebunya había sido criado y adoptado por una familia de monos, que más tarde fueron identificados como cercopitecos verdes, los cuales no sólo le permitieron formar parte de su grupo, sino que además le enseñaron todas sus costumbres, así como los métodos de supervivencia necesarios para la selva. Finalmente, consiguieron llevar a John a un cercano orfanato cristiano. En aquel momento, John padecía hipertricosis, un hecho bastante común en los niños salvajes, tenía el cuerpo repleto de cicatrices y heridas, no toleraba la comida cocinada y sus marcas en las rodillas mostraban que aún no había aprendido a andar. A lo largo de ocho años, John se adaptó a las costumbres humanas, aprendiendo a andar y desapareciendo además su hipertricosis. En el orfanato, además de aprender a andar, aprendió a tocar algún instrumento y entró a formar parte del coro con el cual viajó a Inglaterra para una gira de tres semanas en 1999.


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