Hipótesis del período crítico
Desde Lingüística Perycomiana, queremos explicarte más en profundidad qué es la hipótesis del período crítico. Para ello, hemos querido recoger este artículo publicado por la Biblioteca del Centro Virtual Cervantes en el que se cuenta, de manera más detallada, en qué consiste el período crítico de los humanos para aprender un lenguaje. Podéis acceder al artículo pinchando en la imagen que encabeza la entrada. Según la hipótesis del período crítico, postulada por E. Lenneberg (1967),
la capacidad para adquirir el lenguaje merma al alcanzar la pubertad, dado que
el cerebro pierde plasticidad, circunstancia que implica una disminución
sensible de la capacidad para aprender una lengua.
Posteriormente se han planteado hipótesis menos categóricas, que apuntan hacia la existencia de un período ventajoso o privilegiado o de múltiples períodos críticos para la adquisición del lenguaje. El común denominador de todas estas teorías es que el aprendizaje de una segunda lengua después de cierta edad difiere sensiblemente del aprendizaje de la primera lengua, dado que una vez que el cerebro ha superado una cierta etapa evolutiva, al aprendiente le resulta difícil acceder al Dispositivo de adquisición del lenguaje y a la Gramática universal.
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Eric Lenneberg |
E. Lenneberg se basa en
argumentos fisiológicos, tales como modificaciones en la composición química de
la corteza cerebral, en la substancia blanca, en la neurodensidad o en la
frecuencia de las ondas cerebrales. Un concepto clave en su teoría es el de la lateralización
cerebral, relacionado con los hemisferios del cerebro. Como es sabido, cada
hemisferio y, más en concreto, cada zona del cerebro tiende a especializarse en
unas determinadas funciones o en un determinado tipo de procesamiento. Así, el
procesamiento del lenguaje se produce preponderantemente en el hemisferio
izquierdo, si bien es cierto que el derecho también interviene, por ejemplo,
para el procesamiento de la entonación.
En síntesis, el argumento del autor es que las zonas cerebrales idóneas
para el aprendizaje de una lengua pierden considerablemente su potencial de
aprendizaje al llegar a la pubertad (etapa de la vida que en la teoría de
Piaget se conoce como el estadio de operaciones formales, 11-15 años de edad);
dado que a partir de entonces esas zonas ya son poco aptas para el aprendizaje
de una L2 (lengua extranjeraque una persona quiere aprender), se debe recurrir a otras zonas del cerebro y readaptarlas para el
nuevo tipo de aprendizaje y procesamiento lingüístico; en tales circunstancias,
el aprendizaje de la L2 se lleva a cabo en desventaja con respecto del
aprendizaje de la L1 (lengua materna), por lo que resulta sumamente difícil lograr un resultado
equiparable.
Mediante un sistema de conversión de resonancias magnéticas en imágenes (magnetic
resonance imaging), K. Kim et al.
(1997) demuestran, al menos en parte, la veracidad del postulado de E.
Lenneberg: en los sujetos que aprenden en la infancia dos lenguas, ambas
comparten prácticamente el mismo espacio en el área de Broca (lóbulo frontal),
mientras que en los sujetos que aprenden después de la infancia una L2, esta
ocupa un espacio diferenciado del de la L1, con una zona mínima de
solapamiento. En el área de Wernicke, situada en el lóbulo temporal, por el
contrario, en ambos tipos de sujetos se observa una única zona compartida por
las dos lenguas.
Ahora bien, el hecho de que los adultos que inician el aprendizaje de una
L2 difícilmente alcancen un nivel de nativo, por ejemplo, en aspectos
gramaticales complejos (E. L. Newport, 1990), tales como la conjugación
verbal española, y que sólo en casos excepcionales lleguen a adquirir una
pronunciación equiparable a la de un hablante nativo (T. Bongaerts et al.,
1997) no debe atribuirse exclusivamente a factores fisiológicos (lateralización
cerebral, merma de la capacidad sensorio-motriz, etc.). Deben tenerse en
consideración otros múltiples factores de muy diversa índole, directamente
relacionados con la edad, tales como la motivación por el aprendizaje de la L2,
la voluntad de integración en la comunidad de habla extranjera, el tiempo
disponible para la práctica o el estudio de la L2, el tipo de interlocutores
nativos dispuestos a cooperar en el aprendizaje, la interferencia de la L1,
etc.
Generalmente, los niños muestran menos prejuicios a la hora de asimilar un
nuevo sistema gramatical, fonético, semántico, etc., menos temor a cometer
faltas y quedar en ridículo y menos actitudes negativas frente a la comunidad
de habla extranjera; además, pueden dedicar más tiempo al estudio y a la
práctica de la L2. La misma creencia popular de que un adulto no puede aprender
perfectamente una lengua extranjera puede condicionarlo de tal modo que,
efectivamente, le resulte imposible hacerlo.
Tal como apuntan varios autores (D. Birdsong, 1999), en lugar de abordar la
cuestión como un único período crítico o sensible, quizá resulte más pertinente
considerar por separado los diferentes sistemas y subsistemas de la lengua en
relación con diferentes períodos de maduración cerebral (fisiológica y
psicológica). Las cuestiones relacionadas con la
Hipótesis del período crítico tienen unas implicaciones directas para la
didáctica de la lengua y pueden tomarse en consideración a la hora de decidir a
qué edad se empieza a aprender una segunda lengua y qué enfoque didáctico se
adopta atendiendo a la edad de los aprendientes.
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